Época: Al-Andalus omeya
Inicio: Año 711
Fin: Año 1031

Antecedente:
Al-Andalus omeya
Siguientes:
Enfrentamientos entre árabes y beréberes
Consolidación de las fronteras con el mundo cristiano



Comentario

Después del asesinato de Abd al-Aziz b. Musa b. Nusayr en marzo de 716, parece que la provincia de al-Andalus vivió durante algunos meses una situación confusa, pero pronto volvieron las aguas a su cauce: es posible que los nusayríes, incitados por el alejamiento geográfico de la capital de Dar al-Islam, tuvieran intención de ejercer una especie de ambicioso proconsulado. A raíz de la muerte de Abd al-Aziz b. Musa, los jefes militares de al-Andalus o al menos algunos de ellos, entre los cuales los beréberes parecen haber jugado un papel de cierta relevancia, se habrían puesto de acuerdo para confiar provisionalmente el gobierno de la Península al hijo de una hermana de Musa b. Nusayr, Ayyub b. Habib al-Lajmi. Pero en agosto de 97/716, el representante del califa de Damasco en Qairawan, Muhammad b. Yazid, envió a la Península a un amil o wali, es decir, a un gobernador, llamado al-Hurr b. Abd al-Rahman al-Thaqafi, al frente de una fuerza armada cuyo número es difícil de determinar, pero que parece haber sido bastante importante y cuyo núcleo lo constituían notables árabes llegados de Ifriqiya. Se trataba, según parece, de asegurar el control de una región donde los elementos militares árabes y beréberes instalados tras la conquista habían mostrado demasiada independencia respecto del poder central.
A pesar de su brevedad y a veces poca claridad, tanto los textos árabes tardíos como los más cercanos a la Crónica mozárabe, concuerdan lo suficiente como para poder establecer la lista de gobernadores encargados de la provincia de al-Andalus desde la desaparición de los nusayríes hasta la gran revuelta beréber que sacudió el Occidente musulmán en los años 740-750 y que precedió a la caída del califato de Damasco en este último año. El primer hecho notable es el número relativamente elevado de estos gobernadores: una quincena entre 716 y 741, lo que significa que sus gobiernos sobre esta provincia situada en el extremo occidental de Dar al-Islam, donde se podía haber creído que el alejamiento respecto del centro de poder iba a favorecer la autonomía, duraron una media de apenas dos años.

Seguramente, la provincia andalusí era tierra de guerra santa (yihad), pero salvo el caso de tres de estos gobernadores, muertos de muerte natural o en guerra santa, como es el caso de Abd al-Rahman al-Ghafiqi, gobernador a partir de 730-732, caído en la célebre batalla de Poitiers, los demás fueron destituidos por voluntad del califa de Damasco. Nombramientos y ceses se sucedieron a un ritmo rápido que pone de manifiesto cierta inestabilidad gubernamental y administrativa en la cumbre del Estado, pero que demuestra también el fuerte control efectivo que el poder central omeya ejercía sobre la provincia. Y cuando se designaba a algún gobernador interino in situ no iba confirmado ni por Damasco ni por el gobernador de Qairawan, superior jerárquico del de Córdoba.

Numerosos problemas tuvieron que solucionar estos gobernadores. Uno de los principales, sobre el que las noticias son confusas en el primer momento tras la conquista, era el del ordenamiento de las tierras y la fiscalidad, tanto de los conquistadores musulmanes, árabes y beréberes, como de las poblaciones cristianas y judías sometidas. Resulta muy difícil conocer la realidad de las medidas que tomó cada uno de ellos y sus resultados. Sólo es seguro que los textos, tanto las crónicas árabes como la Crónica mozárabe, manifiestan claramente que fue el problema central con el que tuvo que lidiar la administración omeya durante el primer cuarto de siglo de la historia andalusí y que fue la causa de muchas tensiones a todos los niveles: tanto en las relaciones entre grupos etno-religiosos que poblaban desde entonces la Península, es decir, musulmanes, judíos y cristianos, beréberes, árabes y elementos indígenas, como sus relaciones con el poder provincial y con el califato.

Con seguridad, la acuñación de monedas estaba directamente relacionada con la situación económica y fiscal de la provincia, pero es bastante difícil determinar exactamente de qué manera. En 102/720, el gobernador al-Samh b. Malik al-Jawlani, enviado por el califa Umar b. Abd al-Aziz, emitió los primeros dinares puramente árabes, poniendo fin al breve período de transición durante el cual se habían acuñado monedas de oro latino-musulmanas primero, luego siempre musulmanas, por supuesto, pero bilingües en latín y árabe. De hecho, las series latinas y latino-árabes sólo aparecen -de forma discontinua- en los años 93/711 al 98/716-17; después no se conocen acuñaciones para los años 99 al 102/720-21, lo que parece indicar que la situación administrativa y fiscal del país no era muy clara ni muy estable. En cambio, de los años siguientes, tenemos monedas fechadas, en oro o plata, y excepcionalmente en cobre, de todos los años entre el 102/720-21 al 107/725-26, luego, con menos regularidad, únicamente monedas de plata entre este último año y el 131/748-49. En este momento las acuñaciones fechadas se interrumpieron completamente y no se reanudaron hasta el 146/763-64, en época del emirato omeya, cuando sólo se efectuaban acuñaciones de plata. Es muy difícil interpretar satisfactoriamente esta evolución, cuando sus determinantes económicos y político-administrativos se nos escapan ampliamente.